las pandemias más letales de la historia

 


5 PANDEMIAS MAS LETALES DE LA  HISTORIA

De la peste negra al coronavirus, reflexionamos acerca del futuro de las pandemias con un repaso de los brotes más devastadores de la historia desde los primeros registros datados en la Edad Antigua.




La Peste Negra (1347-1351): 75 - 200 millones de muertes


La peste negra o muerte negra fue la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a Eurasia en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347  y 1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero modelos contemporáneos los calculan entre 75 y 200 millones, equivalente al 30-60% de la población de Europa, siendo un tercio una estimación muy optimista

La humanidad ya había conocido plagas y epidemias pero la pandemia de 1348, por sus características históricas marcó un antes y un después en muchos aspectos. Como causa, como un factor más, o como simplemente consecuencia de la crisis de la Edad Media, provocó gran impacto en sus protagonistas y en generaciones siguientes. Impacto e interés que perduran hasta nuestros días, en los que aún no han sido desvelados muchos interrogantes relacionados con ella. Efectivamente, la pandemia de mediados del siglo XIV ha sido, y es, objeto de diversos estudios desde múltiples puntos de vista (científicos, demográficos, económicos, literarios, artísticos, religiosos, sociales, etc.) con resultados en muchas ocasiones contradictorios, que abren  siempre nuevas puertas a la investigación.  

tuvo su epicentro en Asia y se extendió a través de las rutas comerciales hacia Europa hasta alcanzar su pico máximo entre 1347 y 1353.
La fiebre, la tos, las manchas en la piel y otros síntomas como la gangrena que dio nombre a la epidemia se extendieron como la pólvora por el norte de África, Asia, Oriente Medio y Europa con una mortalidad muy alta.

La medicina de aquella época era aún tan básica que no estaba preparada para investigar la causa de la enfermedad, por lo que los historiadores, médicos y biólogos no hallaron consenso sobre si la raíz de la plaga fue una variante de la peste bubónica u otra enfermedad distinta.




La pandemia de la viruela del año 1520

La epidemia surgió en Cozumel en el año de 1520 al ser importada desde Cuba entre los 1000 indios que Pánfilo de Narváez embarcó en su viaje para apresar a Hernán Cortés por órdenes del gobernador Diego Velázquez de Cuellár. Desde Cozumel, la flotilla desembarcó en Cempoala, cerca de Veracruz, en marzo de 1520, y fue entonces que aquellas tierras fueron severamente perjudicadas debido a la epidemia de viruela que había afectado a los indios. Mientras tanto, Cortés fue al encuentro de Narváez, lo hizo prisionero junto algunos de sus hombres, y volvió a Tenochtitlan. Ahí, la tensión reinaba debido a la orden de Pedro de Alvarado de cometer la matanza de Tóxcatl en el Templo Mayor.
Acorde a Fray Bartolomé de las Casas, en diciembre de 1518 o enero de 1519 apareció entre los indios de la isla de Santo Domingo, una enfermedad que fue identificada como viruela. Pocos españoles fueron afectados, siendo los indios quienes más padecieron. Según informaron los españoles, exterminó entre un tercio y la mitad de la población indígena.

Era la viruela, que llegó en el peor momento: se encontraban en plena batalla por defender la capital del imperio mexica, también llamado azteca, ante los conquistadores españoles.
Pero se enfermaron. Y lo que fue una tragedia para unos, para otros fue una señal divina.

"Dios consideró adecuado enviar la viruela a los indios y hubo una gran pestilencia en la ciudad"

¿Cómo llegó a México?

Junto con una lengua, una cultura y una religión diferentes, los españoles también arribaron al nuevo mundo con enfermedades desconocidas para la población nativa.

Una de ellas fue la viruela, la enfermedad causada por el virus variólico que hace cinco siglos era muy mortal (solo fue erradicado hasta la década de 1970, con la aparición de una vacuna). Los infectados padecían fiebre, dolores de cabeza y espalda intensos y la aparición de pápulas, vesículas o pústulas que caracterizan a este padecimiento. Y si en el siglo pasado tres de cada 10 morían, hace cinco siglos la tasa era mucho mayor.

"Según informaron los españoles, exterminó entre un tercio y la mitad de la población indígena", explica la historiadora Sandra Guevara en un artículo del portal Noticonquista, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El diagnóstico de la pestilencia fue hecho por los españoles, ya que era una enfermedad bien conocida para ellos.  Precisamente, la actual España había sido hasta entonces el depósito general de viruela o variola -vocablo latino que significa “marca en la piel”- para toda Europa. Aunque su origen se establece en China y Japón, durante muchos siglos fue una enfermedad casi exclusiva del pueblo islámico, debido a la conquista árabe de la península ibérica por ocho siglos, la enfermedad fue habitual en la zona.

Cada vez que la enfermedad se presentaba, atacaba principalmente a los adultos jóvenes, contrariamente a lo que pasa con otras enfermedades en las que quienes están en los dos polos de la vida, los niños y los viejos, son los más afectados. Esta característica, denota la falta de un reconocimiento inmunológico de la enfermedad, es decir, de defensas, en la población adulta, prueba de que no existía antes entre ella.

Si bien para el contingente europeo era una enfermedad conocida, los nahuas tuvieron que nombrarla para así, incluirla en su repertorio de enfermedades.  El nombre que dieron fue hueyzahuatl, o la lepra grande, la de granos mayores. Ya consumada la conquista de Tenochtitlan e instaurada la colonia de la Nueva España,  los libros y los artículos médicos, al referirse a la enfermedad, insisten en la intensa fiebre, la aparición y la distribución de máculas, pápulas, vesículas y pústulas en la cara, los puños y las manos, los tobillos y los pies; las costras más o menos confluentes, la frecuente ceguera, y la postración extrema.

En las primeras epidemias de viruela predominaron las llamadas viruelas “grandes” o “gruesas”, correspondientes a la viruela confluente; la mortalidad se debió a esa “viruela negra” o “del Señor”, y a la fulminante hemorrágica. Cuando las pústulas eran en menor número y los enfermos sobrevivían, las viruelas fueron llamadas “de la Virgen” (Bustamante, 1977: 565).

Previo a la aparición de la vacunación, en China se practicaba la inoculación para prevenir la enfermedad al menos desde el siglo X d. C. Siglos más tarde, la británica Mary Montagu observó cómo los circasianos que se pinchaban con agujas impregnadas en pus de viruela nunca contraían la enfermedad, lo que significó uno de los mayores aportes a este respecto en Occidente hasta que el científico Edward Jenner desarrolló la vacuna 90 años más tarde.

Tras las campañas de vacunación el virus quedó erradicado, excepto por las reservas en estado criogénico que todavía quedan en dos laboratorios de Rusia y Estados Unidos. A pesar de que algunos grupos de expertos han solicitado su eliminación para evitar incidentes, no se llevó a cabo por falta de información sobre el virus.

La Gripe Española (1918-1919): 40-50 millones de muertes

La pandemia de gripa de 1918-1919 causó la mayor mortalidad en la historia
 en corto tiempo. Se estima que entre 20 millones y 50 millones de personas fallecieron en menos de un año. Los historiadores de Europa y Estados Unidos registran tres oleadas, con mayor impacto en octubre y noviembre (80% de la mortalidad), que afectaron la población económicamente activa. La gripa nos ha acompañado en América desde el segundo viaje de Colón, probablemente asociada a la importación de cerdos y caballos infectados. 
Aunque el origen de la gripa, o influenza, no se conoce con precisión, su aparición se relaciona con el surgimiento de la agricultura, el aumento de la densidad de las poblaciones humanas, a convivencia con los animales y la aparición de las primeras ciudades (1,2). Es posible que la epidemia descrita en el Corpus hippocraticum, en 412 a.C., fuera de gripa; también, se le atribuye a la influenza otra epidemia durante el sitio de Siracusa, en el 395 a.C.(3). Desde 1173, se han registrado más de 300 epidemias de una enfermedad similar a la influenza, con un intervalo promedio de 2,4 años. Pero fue sólo con el desarrollo de los viajes, el comercio intercontinental y la expansión del capitalismo, cuando apareció la primera pandemia conocida de influenza –originada en Asia en 1580 (4,5)– que diezmó ciudades como Madrid y Barcelona, causando la muerte de la cuarta esposa de Felipe II, Ana de Austria (6). Francisco Guerra afirma que la población indígena americana sufrió un enorme desastre demográfico tras el descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492: "La gran mortalidad de los indios, y previamente de los españoles, se debe a una epidemia de influenza suina o gripe del cerdo". En las Antillas, la influenza fue, sin duda, el acontecimiento epidemiológico más importante tras la llegada de las carabelas del segundo viaje de Colón, la cual causó verdaderos estragos entre los indígenas americanos, muchos más que los causados por la guerra de la Conquista. La pandemia comenzó en La Isabela (Santo Domingo), en la primera ciudad fundada en el Nuevo Mundo, el 9 de diciembre de 1493, apenas desembarcados los 17 barcos con 1.500 hombres y animales domésticos que acompañaron a Colón. El Almirante había avituallado la flota en octubre de 1493 en las Canarias, donde embarcó ocho marranas, que llegaron a tierra el 8 de diciembre en La Isabela; también los caballos que embarcó Colón en Sevilla llegaron perdidos; por lo que no hay que descartar, además, la posibilidad de influenza equina 


“...Estos hombres comienzan con lo que parece ser un ataque ordinario de la Grippe o Influenza y cuando llegan al hospital, desarrollan rápidamente el tipo más vicioso de neumonía que se haya visto. Dos horas después del ingreso, tienen las manchas de Mahogany en las mejillas y pocas horas después puede verse la cianosis extendiéndose desde las orejas a toda la cara, hasta que se hace difícil distinguir negros de blancos. En cosa de horas sobreviene la muerte, es horrible. Uno puede ver morir, uno, dos o 20 hombres, pero estos hombres mueren como moscas… ha habido un promedio de 100 muertes por día… la neumonía es la causa de todas estas muertes… hemos perdido numerosos médicos y enfermeras… son necesarios trenes especiales para trasladar los muertos. Por varios días no había féretros suficientes y fue necesario apilar los muertos. Se ha desocupado una gran barraca para adaptarla como morgue… donde los cadáveres reposan en doble fila… William Welch visitó Camp Devens y alarmado contactó a Buro Wolbach, famoso patólogo de Boston, y a Oswald Avery, investigador del Rockefeller Institute en Nueva York, para que ambos lo ayudaran a resolver “este nuevo tipo de infección o plaga”. El primero haciendo más autopsias para identificar y caracterizar bien la nueva enfermedad y el segundo para realizar las investigaciones bacteriológicas correspondientes. La tarea era conocer la causa y crear en forma urgente un suero inmune contra este enemigo mortal…”

“La censura y la falta de recursos evitaron investigar el foco letal del virus. Ahora sabemos que fue causado por un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1”, afirma la Gaceta Médica. “A diferencia de otros virus que afectan básicamente a niños y ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables entre 20 y 40 años, una franja de edad que probablemente no estuvo expuesta al virus durante su niñez y no contaba con inmunidad natural”.

Plaga de Justiniano (541-542): 25-50 millones de muertes


Esta epidemia fue causada por la bacteria “Yersinia pestis”. Los estudios para identificar el causante de la enfermedad de la Peste Negra del siglo XIV comenzaron, en el año 1998, cuando un grupo de biólogos liderados por Michel Drancourt, Oliver Dutour y Didier Raoult empezaron a trabajar conjuntamente con arqueólogos e historiadores.

Disponemos del estudio de la universidad de McMaster en Canadá del año 2016. Este estudio ha conseguido reconstruir el genoma completo que causó la epidemia. El estudio de los restos dentales de los muertos ha permitido extraer muestras del ADN de la cepa.



las enfermedades del pasado es más desconocida cuanto más retrocedemos en la historia. Sin embargo, existen evidencias que sugieren que la llamada Plaga de Justiniano se encuentra en cuarto lugar entre las más devastadoras, con cifras de mortalidad entre los 25 y los 50 millones de personas fallecidas. Según las estimaciones demográficas del siglo VI, supuso la muerte de entre el 13 y el 26 % de la población.

Su origen se halló durante el Imperio bizantino en las ratas que viajaban cientos de kilómetros en los barcos mercantes, que navegaban hacia los distintos rincones de Eurasia entre el año 541 y 549.  La plaga fue recurrente en las zonas cercanas a los puertos del Mediterráneo hasta aproximadamente el año 750.

Se ha llegado a considerar como una de las más grandes plagas de la historia. Se supone, que la causa de la plaga fue la peste bubónica, ​y las investigaciones más recientes confirman que se trata de la misma plaga bubónica relacionada con las infecciones de la Edad Media.

La causa más aceptada a través de la historia de la pandemia es la peste bubónica, que posteriormente, también causaría la pandemia llamada peste negra en el siglo XIV.

  • Los análisis históricos nos hablan que esta enfermedad es transmitida de roedores a humanos, siendo el vehículo transmisor por excelencia la rata negra. La rata negra es un transmisor de la peste bubónica, debido a su cercanía a los hábitats del ser humano.

Normalmente la plaga se transmite de las ratas a los humanos y algunas veces entre humanos. Dependiendo del contagio, tendremos una variante de peste bubónica u otra.

En general, todos los mamíferos pueden contraer la enfermedad, siendo los hombres, los gatos y algunos roedores más susceptibles de contraerla, mientras otros, como los perros, son más resistentes.

Este primer brote de peste bubónica afectaría, como hemos visto, a varias partes de Europa, África y Asia desde el año 541 al 750. Posteriormente, desaparecería de Europa, sin saberse cuáles fueron las causas de su desaparición. Nuevamente en el siglo XIV, vuelve a aparecer la Peste Negra.

Esta segunda oleada de peste bubónica afectaría Europa hasta el año 1720, fecha en la que se registra el último brote de peste en la ciudad de Marsella.

VIH/SIDA (1981-actualidad): 25-35 millones de muertes


Desde su aparición en 1976, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ha matado a 32 millones de personas, según la Organización Mundial de la Salud. A día de hoy aún hay entre 31 y 35 millones conviviendo con la enfermedad, sobre todo en África.



La infección por VIH ha pasado de ser una sentencia de muerte a ser una enfermedad crónica tratable con una esperanza de vida similar a la de una persona no infectada. En la década de 1990 se desarrollaron fármacos capaces de salvar vidas que están en continua mejora y, en la actualidad, cerca del 50% de la población global que vive con VIH recibe tratamiento antirretroviral.

En el año 1996, la introducción de un tratamiento basado en tres fármacos antirretrovirales (anti-HIV) en los países desarrollados salvó millones de vidas. Por primera vez, un tratamiento podía hacer desaparecer el virus de la sangre a largo plazo y hacer que la gente ya no muriera de sida (de hecho, el virus no se elimina, sino que queda silenciado. Por ello, el tratamiento es de por vida y si se interrumpe, el virus vuelve a multiplicarse).Sin embargo, países más pobres con una elevada carga de VIH seguían enfrentándose a la condena a muerte que suponía el sida. Hubo de transcurrir una década, hasta el año 2003, para que el tratamiento se introdujera, poco a poco, en países de renta media-baja. Así, entre 1995 y 2005, millones de personas en países africanos fallecieron de complicaciones relacionadas con el sida, mientras que en los países desarrollados el VIH se convertía en una enfermedad crónica tratable. Un lapso de tiempo mortal de diez años del que podemos extraer lecciones aprendidas.

La infección por VIH está atizando también otras epidemias de alcance mundial, en particular la de tuberculosis, que se ha convertido en una causa destacada de muerte no sólo entre las personas afectadas por el VIH, sino también entre sus familiares y contactos VIH-negativos. Pero el SIDA no es el mismo en todas partes. El acceso a una prevención y un tratamiento eficaces, y en consecuencia el destino de los individuos infectados, varían ampliamente. Las personas que viven con el VIH pero se benefician de los últimos avances médicos pueden esperar llevar una vida normal en muchos aspectos: la poliquimioterapia con agentes antirretrovirales (ARV) hace del SIDA una enfermedad crónica y tratable, más parecida en este sentido a la diabetes que a otras enfermedades víricas graves para las que no hay ningún tratamiento eficaz (véase la figura 3.1). En Australia, los Estados Unidos de América, Europa y el Japón, muchas personas con SIDA avanzado han reanudado su vida normal. En los países más pobres, sin embargo, y entre los pobres que viven en las sociedades ricas, el VIH sigue siendo sinónimo de pena de muerte. Durante la última década, la «brecha de resultados», esto es, la distinta suerte corrida por ricos y pobres, se ha ampliado considerablemente el SIDA es una enfermedad que tiene un impacto mucho mayor cuando confluyen la pobreza y las desigualdades sociales, incluida la desigualdad de género. No es posible manejarlo fácilmente en los entornos caracterizados por la inoperancia de unos sistemas de salud debilitados, como ocurre sobre todo con las minorías y con quienes viven en la pobreza. El VIH/SIDA, así pues, obliga a ocuparse urgentemente de aspectos relacionados con los derechos humanos, en especial con el derecho a la atención de salud.



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